domingo, 22 de febrero de 2009

La normalidad

Después de algunas jornadas de caos interior y turbulencias exteriores parece que un equilibrio ingrávido empieza a restablecerse en la cápsula. Como siempre, cuando las paredes de esta lata parecen convarse bajo la presión he recurrido a las pequeñas tareas de mantenimiento para ensimismarme lo suficiente como para capear el temporal. Otra cosa que he hecho es leer. Aquí el tiempo existe de una manera diferente, claro. Noche y día se confunden y en muchas ocasiones me siento en el catre de mi camarote sin saber muy bien qué hora es. Entonces tomo uno de los libros que traje para el viaje y empiezo a leer hasta que el sueño me derrota. Hoy, después de varias horas de trabajo, me he tumbado con ese propósito. Antes de que me diera cuenta me había quedado dormido con el dichoso libro sobre el pecho: una recopilación de poemas de José Antonio Muñoz Rojas, alguien que no sé qué hará ahora, en la tierra, mientras escribo estas líneas. Puede que se encienda una pipa, o coma un sandwich o bostece como yo. Me da igual. Cuando he despertado el libro estaba abierto por una de sus últimas páginas y justo frente a mis ojos flotaban estas palabras:
No estar aquí
ni en parte alguna
es condición del hombre,
carne propia

Y me he dado cuenta de que no hace falta vagar en órbita para sentir que lo importante está lejos, que somos extraños a nosotros mismos y a la vida que nos rodea... benditos los libros, porque enmedio de mi útero de acero galvanizado son lo único que tiene sentido.

Que descanséis terrícolas

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