jueves, 4 de junio de 2009

El club



















Nueva incursión en el mundo del ocio Berlinés. Sin embargo, en esta ocasión el intento ha resultado un fracaso. Me acerqué por lo que aquí llaman "un club", que es el nombre que le dan a los bares que sólo abren de noche. Después de esperar un rato enmedio de la fresquita noche berlinesa en una cola llena de gente más joven que yo, conseguí esquivar a un tipo al que alguna enfermedad poco frecuente había deformado hasta proporcionarle unos biceps del tamaño de un tronco de abedul. Tras éste, otro me recibió cariñosamente, palpándome por todos lados e interesándose por el contenido de mis bolsillos, lo que aquí todo el mundo interpreta como un gesto de confianza (al fin y al cabo, no vas hurgando en los bolsillos de cualquiera). En algún lugar del club debían estar lavando ropa porque cada vez que alguien abría la puerta se escuchaba un ruido muy potente como de lavadora centrifugando, algo así como brrrrrrrrom brrrrooooooom brooooooommm y también un chaka chaka chaka que me resultaba familiar. Lamentablemente, cometí un error de cosmonauta aficionado. Como me dolía un poco la cabeza me acerqué a un berlinés al que vi repartiendo pildoras junto al señor que escoge los discos (aquí conocido como Dillei). Le pedí que compartiera conmigo una aspirina. Al principio me miró con una cara de pocos amigos, pero después partió una por la mitad y me dijo: "paz y amor". No saben que aspirina, amigos. La más potente que he probado nunca. Claro, como las fabrican aquí mismo, en Alemania, deben de ser extraordinarias. Lo cierto es que no puedo contarles nada más porque a partir de ahí no sólo se me borró el dolor de cabeza, sino la vista y la memoria. Sólo recuerdo haber amanecido junto a un cubo de basura oliendo como si me hubiera estado revolcando dentro de un cenicero.

PD: para que se hagan una idea del visitante asiduo de un club, les adjunto prueba gráfica.
Berlin 12 ºC. Corto y cierro.

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