miércoles, 30 de abril de 2008

Quince días

Más señales interesantes que llegan a mi cápsula, y otra vez protagonizadas por niños (¿casualidad?). Para todos los piterpanes, que se sepa que tenemos nuestra dignidad, que eso de madurar tiene su reverso tenebroso y hace pupa. Del festival Notodofilm, os dejo este video que a mi, personalmente, me ha arrebatado un poco. Las vacaciones me gustan como al que más, pero estos quince días no se los deseo ni a mi peor enemigo. Abajo las pantallas de plasma, el home cinema, los 4x4 y el aire acondicionado... ¡sólo valen para saber que somos más pobres que antes. (Danke Schön, Marta)!.

martes, 29 de abril de 2008

Más letras

Que no Manolo, que no es que te estés haciendo mayor, es que en verdad la feria del libro tiene de todo menos celebración de la lectura; o dicho de otra manera, que una cosa son los libros (más o menos cualquier manojo de papeles escritos y encuadernados) y otra la literatura, y en este mundo que nos toca vivir cada vez hay más papel desperdiciado en aventuras estériles y menos arte del de verdad. Además, es que tú te lo vas buscando amigo: ¿todavía no te diste cuenta que la feria del libro la hacen para el que no lee nunca? A ver si paseando... le da por comprar algo. No te apures: otras cosas nos compensan. Supongo que conoces la página de Juan Antonio Millán, dedicada al lenguaje (que es la sangre que enrojece y vivifica las venas que corren por la literatura) y a las nuevas tecnologías (¿o es en las nuevas tecnologías?). Ahí te la dejo a tí y a los demás. Impagables todas sus secciones, pero también lo minimal de su diseño -en vez de tanto flash y tanta basurilla efectista como viene siendo costumbre-. Disfrutadla; practicadla; no dejéis que pase desapercibida.

http://jamillan.com/

viernes, 25 de abril de 2008

El día de leer

Gracias a Manuel, otro digno encapsulado, por recordarme que ya pasó el día del libro. Tengo que confesar que para mi todos los días son días de lectura. Comprenderéis que en una nave donde el espacio es reducido y el aire racionado pocas cosas encajan mejor que leer y leer... Qué os puedo decir: a los que ya leen no se les puede decir nada en favor de los libros porque ya experimentan todas sus ventajas. A los que todavía no leen sólo hay que preguntarles cuándo puñetas piensan empezar. Así de claro. Especialmente a vosotros, marcianitos y marcianitas que sobrevivís camuflados entre la gente de la tierra, que no entendéis muy bien cómo se puede entrar en una librería para salir con las manos vacías y os la suda cuándo le toca correr a Fernando Alonso, os envío un saludo de alguien que disfruta doblemente de la lectura: porque la leo y porque la escribo. Por cierto: un buen título para iniciados; el libro sobre los libros que nunca se llegaron a escribir y sobre los escritores que buscaron desaparecer de la literatura tanto como de la vida. Me refiero a Bartleby y compañía, de Enrique Vila-matas. Para celebrar lo de que tantas letras juntas sigan emocionando, digo yo.

sábado, 19 de abril de 2008

Ceniza y aflicciones

Hay semanas que parecen estar compuestas de siete domingos nublados. Sietes golpes blandos a la voluntad que te dejan noqueado y con sensación de no saber muy bien qué pasa. No insistiré sobre la lluvia ni sobre el viento. Ambos me gustan. Disfruto siguiendo a las gotas en su destacar sobre mis cristales. Es sólo que una extraña complicidad brota entre ellas y yo. Una molicie que llama y empuja y late en el espacio vacío entre lo que sucede hoy y lo que podría suceder mañana. Para colmo, esta ficción que hemos construído y que nos hace creer que podemos pasar intactos por la vida suele revelarse absurda en el momento más inoportuno. Ni la productividad ni el colesterol son tan importantes como nos dicen. Importante es ser el mejor amigo de tu conciencia. Importante es vivir tu vida sin enemistarte con tus principios. Importante, en definitiva, es saber que estás viviendo y no huyendo de algo. Es una lección que aprendo cada vez que empieza el día y que en semanas como ésta olvido justo al acostarme.


Pienso en todo esto ahora que acabo de llegar de ver a mi abuelo. A veces me permito estas cosas: salgo de mi retiro estratosférico y visito a la gente que quiero. ¿Os he hablado antes de él? ¿Del hombre que dormía aovillado en una trinchera en Novgorod, en pleno invierno ruso, o que se recorría andalucía cargado de películas de vaqueros para vendérselas a cines de barrio? Estoy seguro de que si por él fuera estaría aquí conmigo, contemplando la tierra desde fuera, embarcado en alguna aventura nueva. Pero hoy sólo podía balbucear que la sopa estaba sosa en el hospital donde duerme sus días más duros, los de vestir un pijama a la fuerza y necesitar ayuda para tragar. Y todavía mira y sonríe y espera poder salir para hacerle un corte de mangas al dichoso hospital y la urgencia que se cobra el tiempo por hacernos entrar a todos en el redil. Pues eso, que esta semana hay nubes por dentro y por fuera, nubes que descargan un torrente de cenizas muy finas que enturbian los corazones. Nubes que se disiparán algún día. Mientras tanto, miro las manos de mi abuelo sentado solo en la cabina de mandos de mi cápsula y me parece mentira que todavía sean las manos que empuñan el fusil, que me acariciaban el vientre cuando era un niño, que reparten las cartas en los juegos de la tarde de verano, los mismos dedos que sostienen un cigarrillo mientras el hombre ríe y pellizca la mejilla de su nieto. Las mismas manos. Las mismas.

domingo, 13 de abril de 2008

El viento


Por si fuera poco esto de sentirse desenfocado, vino el viento a revolverlo todo. Comenzó siendo una brisa significativa que levantaba remolinos de papeles y bolsas vacías por la calle, pero pronto se convirtió en una corriente huracanada que combaba árboles y tumbaba vallas. Ahora ya pasó y hoy disfrutamos de un hermoso día soleado, pero las huellas quedan. En la vida las huellas siempre quedan y a fuerza de estar ahí, simplemente se hacen invisibles. Desde la cápsula es fácil encontrar pruebas de sus cicatrices. Aquí os dejo una pequeña muestra. Una foto, claro. ¿Esperábais otra cosa?

martes, 8 de abril de 2008

Diantres. Hoy llueve sin parar. Igualito que si todo el cielo se estuviera licuando justo sobre nuestras cabezas. A mí los días de lluvia me hacen sentir borroso. Se disfruta del repiqueteo de las gotas en los cristales, de los colores acentuados entre la luz grisácea de la tormenta, pero también se tiene la sensación de que la vida se le escapa a uno al mismo ritmo que el agua se escurre entre las rendijas de los sumideros de la calle. Así de borroso, me refiero, como si me disolviera en un vaso de agua gigantesco. Buen día para tocar la guitarra y cantar en voz baja, para escribir un poema o ver en silencio una de Truffaut. ¿Soy yo, que me pongo así de tonto o es que a todo el mundo le pasa lo mismo? ¿Qué tiene la lluvia, que produce esa melancolía? No me quejo. Supongo que siempre toca disfrutar de lo que hay. Llegará el verano y el agua desaparecerá. Tendremos ocasión de disfrutar de otras cosas. Por ahora, para mañana y pasado, el hombre del tiempo pronostica... un regalo de aguaceros y aguaceros.