sábado, 22 de marzo de 2008

Berlin, sigue lloviendo

Pero no todo ha sido ruido durante mi última visita. Y eso que, comparada con Bielefeld, Berlín es toda una romería al estilo kraut más ortodoxo. Parece una ciudad inacabable, que se reproduce con cada paso para que nunca puedas escapar. A ratos, es un prodigio de fealdad racionalista inusitadamente bello; otros, deja ver monumentos que no merecen más que una fotografía al vuelo. Pero siempre sorprende.
Puede pareceros paradójico, pero no hay nada en el Berlín occidental, limpio e hipertrofiado, que merezca la pena. Resulta que todo (o casi todo) lo interesante cae del lado rojillo y postcomunista, donde los bufetes de abogados coexisten pacíficamente con las casas ocupadas y el viejo café de entreguerras. Hipnótico: un paseo inexorablemente largo por la Karl Marx Allee. Alucinante: adentrarse en los patios de Oranien o ir a visitar los restos del muro en Friedrichschain. Lo mejor: que aquí hay vida más allá del bullicio turístico y el ajetreo cotidiano de los berlineses.Incluso hay atrevidos que convierten un simple semáforo en una obra de arte, una bocanada de inspiración, un brote de agua fresca para el caminante cansado que empieza a desesperar ante el tamaño titánico de sus avenidas. ¿Qué no? Mira que sois descreídos, mis agitados terrícolas. Comprobadlo con vuestros propios ojos. Algo tan humilde, algo tan brillante.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Bielefeld

Pues sí, todo el mundo necesita unas vacaciones, incluso los cosmonautas vocacionales como yo. Sin armar mucho ruido he aparcado mi cápsula en un lugar cualquiera del planeta y me he dispuesto a observaros atentamente. Esta vez ha sido Bielefeld, en Alemania. Curioso lugar donde las salchichas tienen nombres larguísimos y todo el mundo te mira como lo haría un catedrático de anatomía patológica. Aquí también hacen lo suyo por divertirse; por ejemplo, ir a escuchar un poco de música en directo. Estuve allí y me mezclé con estos terricolas tan curiosos mientras los chicos de Editors disfrutaban en el escenario. Debo decir que para una vez que desciendo a vuestro planeta siempre sé elegir el mejor lugar...

lunes, 10 de marzo de 2008

Eterno retorno

¿Véis terrícolas, como yo tenía razón? Tanto escándalo y tanta algarabía para que al final se asomen al balcón los dos mismos de siempre. Total, que viviremos una reedición de los últimos cuatro años y por fin sabremos qué es aquello que explicaban en el instituto del eterno retorno.

A mí es que las cosas de la tierra me producen esa sensación entre cálida y sobrecogedora del Deja-Vu. Todo resultaría más interesante si impusiéramos a los políticos alguna norma interesante que cambiara las reglas del juego: usen ustedes corbatas de topitos rosas, no digan mentiras o miren al cielo cada quince segundos... cosas así harían ridículo el ejercicio del poder, ¿verdad? Quiero decir más ridículo. Mientras tanto, podéis conformaros con ver la cara de pánfilo que me ha quedado después de observar todo el proceso desde la escotilla...


eso, cuando no me ha dado por llorar pensando en que a más de uno le ha costado la vida. Por cierto, eso de que alguien encontró a esa niña que se perdió... no se crean nada, yo la he visto pasar por aquí: llevaba, por lo menos, órbita de Saturno y se entretenía en recoger un hatillo de brillos de cometa mientras iba haciendo camino...